lunes, 25 de agosto de 2008

Marco Tulio Cicerón

Estimados lectores:

el ideario de Cicerón fue restaurar la constitución histórica de Roma. Les propongo recordar a este importante político.

Saludos a todos,

Patricio

MARCO TULIO CICERON

Cicerón vivió en una época dramática. Su juventud se desarrolló durante la tiranía de Sila, quien pretendía ser el restaurador de la Constitución tradicional de Roma, que devolvía a los patricios sus inveterados privilegios. Sila basó su poder en la victoria sobre el caudillo del partido popular que fue Mario, tío político de Julio César.






En la enrarecida atmósfera de suspicacias, conculcación de los derechos ciudadanos y de la libertad y de precariedad de la vida humana -desvalorizada por los epígonos y sicarios del dictador-, Cicerón irrumpirá en el escenario forense en defensa de Sexto Roscio Amerino, con su oratoria viril enfrentando las iras del poder. El novel orador, en el año 80 a.d.J.C., defendió a un joven acusado de parricidio por Crisógono, un liberto de Sila que era instrumento del dictador para utilizar los tribunales como instrumento de iniquidad contra hombres ricos, quienes al ser condenados eran despojados legalmente de sus bienes.


Cicerón hizo entonces una magnífica y valiente defensa (Pro.Sex. Roscio Amerino), mediante la cual obtuvo el “sobreseimiento” de su cliente y a la par, alcanzó una celebridad notoria para su juventud, al vencer en un litigio donde la investidura de los jueces estaba teñida de sospechas.


Retiro estratégico

Precisamente debido a este triunfo resonante, los amigos de Cicerón le sugirieron que pusiera una prudente distancia entre su persona y el tirano, -como hizo también César, después de que Sila pretendió obligarlo a repudiar a su mujer-. Nadie puede dudar del temerario valor de César, demostrado en los campos de batalla y en las arduas lides políticas. Pero este retiro estratégico que tanto Cicerón como César emplearon en perfeccionar sus conocimientos filosóficos y oratorios, provocó un distinto juicio en historiadores del fuste de Plutarco. En el caso de César se lo consideró con indulgencia como una de sus astucias estratégicas. En el caso de Cicerón; Plutarco anfibiamente sugiere que la conducta de nuestro orador estaba presidida por un excesivo aprecio a la vida, que no se compadecía con la visión estoica y viril predicada por él, como las más altas virtudes romanas.

No sale bien parado Cicerón del juicio de Plutarco ; -dice el traductor de la Vida de Cicerón del autor griego, don Nicolás Estevanez-; pero dígase lo que se quiera del hombre, fuese cual fuere su carácter, no le ha negado nadie el don de la suprema elocuencia”.

En efecto, Plutarco dice: Se encargó, pues, de la defensa de Roscio, con un éxito que le valió la admiración general, pero su temor al resentimiento de Sila le hizo emprender un viaje a Grecia. Pretextando la necesidad de atender a su salud, porque estaba en efecto flaco y pálido, salió de Roma con dirección a Atenas” (-SIC Plutarco).


A buen entendedor....Sin embargo, Cicerón tuvo el valor de aceptar un caso que el propio Plutarco señala que “Nadie se atrevía a defender, porque el espanto que inspiraba la crueldad del dictador alejaba a todos los que hubieran podido hacerlo o intentarlo. Roscio, al verse abandonado por todos, acudió a Cicerón...”

No puede empañar este gesto, que revela una vocación por restablecer la justicia, aun corriendo un riesgo cierto para su vida, el hecho de decidir este viaje que aprovechó para perfeccionar su educación y fortalecer su cuerpo -cumplía asi con el ideal “mens sana in corpore sano”-.

Plutarco nos relata minuciosamente cómo Cicerón sacó un gran provecho intelectual de este viaje. “Al llegar a Atenas -dice- asistió a los cursos de Antíoco el Escalonita, de quien le gustaban la gracia y la dulzura, aunque no aprobase las nuevas opiniones por él establecidas. Antíoco se había separado ya de la Académia, abrazando la mayoría de los dogmas del Pórtico” - (La stoa -la escuela estóica)

Cicerón amaba la filosofía y se dio cada vez más a su estudio; hasta proyectaba, si algún día llegara a verse obligado a renunciar al foro y a las asambleas políticas, retirarse a Atenas para consagrarse a la vida privada en el seno de la filosofía.

Pero cuando supo la muerte de Sila; con su cuerpo ya fortalecido por los ejercicios que le habían devuelto su vigor; bien formada su voz, que se había hecho más flexible y bastante proporcionada a su temperamento; exhortado además por sus amigos de Roma a volver al seno de la patria, decidió hacerlo con el propósito de actuar en la administración y en la política. No obstante, deseoso de refinar todavía su elocuencia, como instrumento que había de serle absolutamente necesario, y de completar sus facultades políticas, se ejercitó en componer y frecuentó a los oradores más conocidos y estimados.

Estudiando la oratoria

Pasó pues, a Rodas, y de allí al Asia, donde asisitió a las escuelas de los retóricos Jenocles de Adrumeto, Dionisio de Magnesio y Menipo de Caria. En Rodas trató a los filósofos Apolonio y Posidonio. Se dice que Apolonio, que no entendía la lengua del Lacio, le rogó a Cicerón que hablara en griego; ...Apolonio que lo escuchaba atento -se refiere Plutarco a una peroración pública-, no dio ninguna señal de aprobación mientras Cicerón hablaba; y una vez terminado su discurso, se quedó pensativo un largo rato, sin decir nada. Viendo que el orador parecía afectado por su silencio, le dijo Apolonio: “Cicerón, os alabo y os admiro; lo que hay es que deploro la suerte de Grecia, al ver que las últimas ventajas que le quedaban, el saber y la elocuencia, os las llevais a Roma.”

Puede advertirse, que el viaje a Grecia y a Rodas, lo hizo siguiendo la principal motivación de su vida que fue dominar el conocimiento humano. Lo fue a buscar a sus fuentes prístinas y lo adquirió de una manera profunda y universal.

Es interesante saber que Cicerón había consultado el oráculo de Delfos, preguntándole al dios por qué medio alcanzaría la gloria. La respuesta fue clara,: “Tomando por guía de vuestra vida, no la opinión del pueblo, sino vuestro sentimiento natural”—no existía la tradicional ambigüedad de las sentencias oraculares-.A mi juicio, Cicerón, jamás dejó de cumplir con el consejo impartido por Apolo, el dios de la inteligencia racional, y siempre se sometió a los dictámenes de la reflexión que interpretaban sus sentimientos, sus intuiciones profundas.

Críticas

La otra imputación formulada contra Cicerón, de que su brillante parafernalia intelectual, su oratoria y su pensamiento, estaban puestos sólo al servicio de su ambición de gloria, poder, y riqueza, encubriendo esas pasiones “non sanctas”, resulta constantemente desmentida por sus actitudes que se basaban en su compromiso con el ideal republicano. En diciembre del año 60 a.d.J.C., fue invitado a formar parte del triunvirato y tras una ardua lucha interna, dijo que no.

“Se refugió en la quietud de su villa y rogó a Atico que le proporcionase, tomándolo de la biblioteca de su hermano Quinto, el tratado de Teofrasto “Sobre la ambición”, que debía enseñarle a dominar en aquel trance los instintos de la honorum caeca cupido (add II, 3,)” (Cicerón y sus amigos -GASTÓN Boissier.Prólogo de Augusto Rostagni Editorial Porrua S.A. 1986 pag. XIX).

Correspondencia

En el prólogo citado supra Rostagni, refiriéndose a la frondosa correspondencia que Cicerón legó a la posteridad y que fueron uno de los elementos en los que se basaron sus críticos, expresa: “En su conjunto, estas cartas escritas día a día, sin pretensiones literarias, bajo la impresión de los acontecimientos cotidianos grandes o pequeños, públicos o privados, redactadas a menudo con gran prisa, mientras el correo, tabellarios, estaba a punto de partir, contribuyen a revelarnos la personalidad de Cicerón en su aspecto íntimo y más propiamente humano. Es el primero entre los antiguos en presentarse con tan abundante documentación biográfica y psicológica, casi con la impronta de un hombre moderno. Afloran al exterior todos los pliegues del alma, los pensamientos y sentimientos más recónditos y reservados, los que de ordinario no suelen confesarse o, por lo menos, no se exhiben: las debilidades, los temores, la vanidad, las dudas, las contradicciones. Para poder darse cuenta plenamente de la índole de estas cartas conviene recordar la impresión que causaron en Petrarca cuando en 1345 tuvo la fortuna de descubrir una porción notable del epistolario ciceroniano, que había permanecido ignorado durante la Edad Media. Descubría o creía descubrir, un Cicerón muy diferente del habitualmente idolatrado en base a las Tusculanas y a los demás escritos filosóficos. Descubría, no sin cierta desilusión, al hombre de cada día, al hombre real, inmerso en la miseria de su tiempo, atormentado por las pasiones y por todo género de dudas. ¿Por qué no había tenido su autor predilecto la fuerza suficiente para apartarse de la acción y vivir pura e íntegra la vida del espíritu?: “Como un caminante nocturno caminas, mi Cicerón querido, en medio de las tinieblas con la antorcha en la mano; alumbras el camino de quienes vienen detrás de ti, mientras que tú has tenido que tropezar lamentablemente. Cuánto mejor hubiera sido, tratándose de un filósofo, ver deslizarse tranquila tu vejez en el retiro de tu villa y allí, como tu mismo dices en cierto pasajes, no pensar en esta breve vida temporal sino en la eterna, no ambicionar puestos públicos, no aspirar a ningún triunfo, no sacrificar tu paz al mundo por ningún Catalina.

Petrarca, estaba en lo cierto. Pero la actitud de Cicerón de entregarlo todo, aun su vida, por mantener el ideal de la República, lo enaltece ante nuestros ojos. Las epístolas, revelan los movimientos íntimos de su espíritu y sus grandes vacilaciones, que sin embargo no obliteraron que en el momento decisivo, Cicerón dirigiera sus propias “Filípicas” contra Antonio, posibilitando que Octavio -el futuro Augusto- pudiese recuperar la herencia de su tío Julio César y evitara una dictadura catastrófica y la muerte cierta de las libertades. Esta última gloriosa intervención de Cicerón le costaría a la postre la vida, cuyo fin supo afrontar con dignidad de mártir.

domingo, 17 de agosto de 2008

Catón: un defensor de Roma y su cultura

Estimados lectores:

Catón, quien vivió entre el 234 y el 149 a.C, fue un defensor de las costumbres y de la cultura romanas, y luchó vivamente contra la corrupción de su ciudad.

Pasó a la posteridad como el arquetipo del hombre conservador. En efecto, él empeñó su vida en la defensa de los valores y el estilo de vida romano, y especialmente en las virtudes de este pueblo singular que explican su dominio sobre el dilatado orbe mediterráneo.

Indro Montanelli lo describe en estos términos: “era un campesino plebeyo de los alrededores de Rieti, lleno de salud y de buen humor, que llegó a los 85 años...y murió después de haber conseguido todas las satisfacciones, incluida la de hacerse enemigos, cosa que le agradaba particularmente”.

Se debió a la casualidad que llegara a ser un relevante hombre político y acaso el personaje más interesante de aquel período. Vivía con estoica sencillez en una pequeña granja que cultivaba con sus propias manos, cuando, muy cerca, estableció su residencia un viejo senador jubilado, Valerio Flaco, que se retiró allí por el desagrado que le producía la corrupción de Roma. Patricio a la antigua, es decir, de aquellos que sentían horror por los refinamientos, en seguida simpatizó con aquel muchacho desdentado, de manos callosas, de pelo rojo, que leía a los clásicos, pero a escondidas porque se avergonzaba de ello como de un vicio poco menos que impúdico, con los cuales había aprendido a escribir y a hablar con un estilo seco y escueto. Se hicieron amigos, compartiendo costumbres e ideas. Y Valerio estimuló a Marco....a que se hiciera abogado. Era la profesión con la que se debutaba en la vida política. Y acaso el senador le lanzó precisamente con este objeto, con la esperanza de dejar un heredero en la polémica antimodernista, que la edad no le permitía sostener ya a él.

Una vida en la política

Luego de sus primeros y resonantes éxitos en la carrera forense, Catón inició su “cursus honorum”, una carrera política ininterrumpida. Fue elegido edil en el año 199 -contaba con 30 años de edad-, pretor en el 198 y en el año 195 a.d.C. fue designado cónsul. Luego fue tribuno en el año 191 y censor en 184 a.d.C. El severísimo ejercicio que hizo de esta última magistratura, le mereció el ser conocido per secula seculorum como Catón “el censor”.

En el año 187 a.d.C. Catón exigió que Escipión Emiliano y su hermano Lucio, rindiesen cuentas ante el Senado de las ingentes indemnizaciones de guerra pagadas por Antíoco, quien descendía de uno de los diádocos de Alejandro Magno.



Escipión, el Africano

El estupor que emabrgó a la élite romana fue inusitado. Catón había citado a Escipión Emiliano, llamado “el Africano”, por haber vencido a los cartagineses, mandado por Anibal en Zama.

El gesto de Catón se explica precisamente por el hecho de tratarse de un héroe nacional, perteneciente a uno de los linajes más preclaros de Roma y por añadidura, por encarnar en él, el nuevo patriciado culto, helenizante y de mentalidad innovadora. Ningún ciudadano, por encumbrado que fuese, quedaría en adelante eximido de cumplir puntualmente con sus obligaciones para con el senado, mientras Catón, valuarte de las “mores maiores” extendiera sobre los magistrados y los generales de la República su mirada implacable y siempre vigilante.

Este episodio, que estuvo signado por diversas peripecias, concluyó cuando el Africano se retiró a su villa de Liternum de por vida.

Defensor de Roma y su cultura


Tras una existencia agonal plenamente vivida, Catón se retiró a escribir sus obras en latín, con el propósito de neutralizar la tendencia de las clases altas de leer exclusivamente en lengua griega.

Nadie tuvo más vivo que él el pensamiento de la decadencia de Roma y nadie mejor que él diagnosticó su foco de infección: Grecia” -comenta Montanelli- .... “había comprendido que la cultura helénica era demasiado más alta y refinada que la romana para no corromperla”.

Catón escribe a su hijo: “si este pueblo consigue contaminarnos con su cultura, estamos perdidos”, refiriéndose a los griegos, y concluye : “te prohíbo que tengas trato con ellos”.

Sus obras: Los Orígenes, De agricultura y Carmen de moribus, exaltan el carácter del pueblo romano, que adquirió y revalidó sus títulos al Regnum Italicum merced a sus virtudes arquetípicas y a su profundo amor por la patria. Ninguna de sus conquistas se debe a la fortuna, al favor de los dioses, ni a la aparición de hombres providenciales - culto que era propio de los griegos y de los romanos helenizados-. Es por esa razón que su historia resalta las virtudes colectivas como la fe jurada -la fides- y suprime la mención de los nombres de los protagonistas; es una descripción de procesos más que de acciones individuales memorables.

Adornos femeninos

Tito Livio recepciona un discurso de Catón dirigido al senado, con la finalidad de convencerlos de no derogar la “Ley Oppia” , que prohibía a las mujeres el uso de joyas de oro, los vestidos suntuosos y otras “vanas superfluidades”. Esta ley había sido promulgada en los dramáticos momentos en que Anibal -el cartaginés- permanecía invicto en Italia y como una norma de suprema austeridad.

En ocasión de tratarse el pedido de las mujeres romanas de derogación de esta ley, dijo: “Si cada uno de nosotros, señores, hubiese mantenido la autoridad y los derechos del marido en el interior de la propia casa, no hubiéramos llegado a este punto. Ahora henos aquí: la prepotencia femenina, tras haber anulado nuestra libertad de acción en la familia, nos la está destruyendo también en el Foro. ...Vosotros conocéis a las mujeres: hacedlas vuestras iguales e inmediatamente os las encontrareis convertidas en dueñas. Al final veremos esto: los hombres de todo el Mundo, que en todo el Mundo gobiernan a las mujeres, serán gobernados por los únicos hombres que se dejan gobernar por sus mujeres: los romanos”.

En este caso su intervención no tuvo éxito y la ley fue derogada con el beneplácito de todas las mujeres romanas.

Pero Catón se apuntó significativos triunfos contra la infección griega, que se traducía en la sofisticación y refinamiento de la vida, y en la modificación del paradigma del comportamiento. En el año 173 a.d,.C, obtuvo la proscripción de Roma de los filósofos epicúreos y unos años más tarde, logró la expulsión del filósofo platónico Carneades, el aristotélico Critolao y Diógenes el estoico. Por un momento creyó que la marea griega había sido contenida, pero la cultura helénica había ya deslumbrado y arraigado entre las familias romanas de mayor tradición, linaje y posesión del poder.
Saludos a todos,
Patricio

miércoles, 6 de agosto de 2008

La Argentina del Centenario







Estimados lectores:






publico una síntesis de una conferencia que di en la Universidad de Parma tiempo después de la reforma constitucional de 1.994 que, a juicio mío, fue un desacierto. Se propone, a la luz de las peripecias vividas desde 1.984, y como un remedio institucional, restaurar la Constitución histórica.


LA ARGENTINA DEL CENTENARIO

Rubén Darío nos llamó el País de la Aurora en su hermoso poema “Canto a la Argentina” ofrenda literaria que vio la luz con motivo del Centenario de la Revolución de Mayo .

En esa época, la Argentina era un país arquetípico que emergía de la anarquía y la barbarie con un crecimiento exponencial que se reflejaba en todos los ordenes de la vida social.

Desde 1880 hasta 1910 la población se había multiplicado por cuatro, incorporando mas de 4 millones de inmigrante en su mayoría de origen italiano y español. Estos nuevos habitantes habían ocupado “el grande y agobiante desierto” y poblado las dilatadas pampas argentinas que habían sido liberadas del azote de los malones que impedían el avance de la civilización.

En el libro “Industries and Wealth of Nations” de Michael Mulhall, se consigna que hacia 1885 el país tenía un ingreso per cápita similar al de Alemania, Holanda y Bélgica, superando decididamente los guarismos de España, Suiza, Italia y Suecia.

La tasa anual de crecimiento del PBI en el período comprendido entre 1900 y 1913 era del 6,43%, superior a Canadá -5,49%- , EEUU -3.95%-. Estos índices variaron entre 1914 y 1938 por el impacto causado por la Primera Guerra Mundial y la modificación del esquema de libre comercio que lideraba Inglaterra, pero la Argentina seguía adelante con una tasa anual de crecimiento del 2,87%, que contrataba con el 1,46% correspondiente a Canadá y el 1,98% de los EEUU.

En 1910 se celebró el Centenario de la Independencia Argentina con grandes festejos. Visitaron el país personalidades de relieve mundial. En pocos años el país se había convertido en el “granero del Mundo”. Su población –predominantemente de origen europeo y mas concretamente mediterráneo- se asimilaba sin problemas a la cultura nacional y se lograban índices de alfabetización superiores a los de todos los países de América Latina gracias al sistema de Educación Pública y Gratuita nacido de la ley 1420 de 1884.

En este tiempo brillante el país tenía reglas claras, una inserción internacional definida y acorde con el orden mundial imperante; orden que se estructuraba bajo el esquema económico del “libre Cambio” impulsado por Gran Bretaña.-

La moneda nacional era estable y fuerte y la economía respondía a un modelo agro-exportador que permitía la acumulación del capital, la realización de inversiones cuantiosas que permitieron desarrollar el sistema ferroviario mas extenso del hemisferio sur, los nuevos puertos y la infraestructura necesaria para asegurar el crecimiento sustentable del país.

Las élites gobernantes sobresalían por su preparación, por su espíritu de servicio y por su patriotismo.

Este escenario idílico –que también tenía su correlato de sombras- comenzó a declinar tras la Revolución de 1930.

Uriburu, fue en parte restañado por un acuerdo entre las fuerzas políticas predominantes y que se conoció como “La Concordancia” (*) y que sus denostadores apodaron como “El Contubernio”.
Pero puede establecerse con seguridad que la Argentina penetra en un cono de sombra a partir de la década del 40.

En 1957 se deroga la Constitución justicialista de 1949 y se restablece la Constitución de 1953.
Bajo la presidencia del Dr Arturo Frondizi –estadista de fuste y convencido demócrata- el país comienza a recuperar su tono y su anhelo de desarrollo. En ese período la tasa anual de crecimiento del PBI retoma su ritmo ascendente alcanzando el 2,95 % anual. Mientras Canadá y los EEUU lograban el 2,24%.

En la década que transcurrió entre 1960 y 1970 el PBI argentino creció a una tasa del 4,24% y en los próximos tres años ascendió al 4,95% anual, cayendo verticalmente durante el período populista que encabezó la Sra María Estela de Perón –en 1975 el PBI registró una tasa de sólo el 1,4%, mientras la inflación se disparaba al 348% en ese año y alcanzaba el 3.090% en el primer trimestre de 1976 según el INDEC-. En ese año el salario se derrumbó a -37%, las exportaciones declinaron en -20,4% y las reservas cayeron significativamente.
Algo similar ocurrió a partir de 1983 bajo el gobierno del Dr Raul Alfonsín. Uno de sus actos mas sobresalientes fue la implementación del Plan Austral mediante un decreto presidencial.

El Poder Ejecutivo había acuñado una nueva moneda - El Austral- y derogado la moneda tradicional del país por decreto, arrebatando funciones que pertenecían por derecho propio al Congreso de la Nación. A este allanamiento de las facultades del parlamento había sumado “el desagio” y la intervención en la esfera de la autonomía de la voluntad que es propio de los contratos civiles y comerciales.

Este tipo de medidas demostraron que el nuevo gobierno no acataba estrictamente el orden constitucional. La consecuencia de estas decisiones se hicieron sentir en 1989 cuando la inflación superó todos los records conocidos superando el 6.900% anual.-

Esta mirada retrospectiva tiene por finalidad el ofrecer una prueba objetiva que la Argentina presenta un potencial de crecimiento formidable, que se realiza cuando se da una doble combinación: 1.- El respeto irrestricto por la Constitución en su letra y en su espíritu. 2.- lograr la seguridad jurídica y el mantenimiento de las reglas de juego claras y precisas.

Desde el punto de vista de la arquitectónica del poder, es necesario lograr una política que promueva la espontaneidad creadora del hombre en un marco de libre iniciativa, que proteja a las personas e instituciones de la arbitrariedad y que asegure sus derechos, que asegure la independencia y eficiencia del Poder Judicial y del Congreso de la Nación.

Al propio tiempo el gobierno debe ser eficaz en asegurar la seguridad y combatir decididamente el crimen y proteja la inocencia.-

Bajo estas nuevas premisas, se asegurará el fluir impetuoso y libre de las energías sociales y la potencialidad emprendedora del hombre argentino, como lo hizo con un éxito inédito y no igualado, la generación del 80.

El Segundo Centenario debe encontrar al país con su Constitución tradicional totalmente restaurada. La República, el Federalismo y la democracia argentinas se constituirán en un verdadero modelo para América Latina.-

jueves, 31 de julio de 2008

bienvenida

Bienvenidos los interesados en compartir el conocimiento sobre los temas de la ciencia política.
Decidí abrir este blog como un nuevo recurso didáctico para los alumnos que asisten a mis cátedras tanto presenciales como a distancia. Exploraremos juntos las posibilidades que nos brinda esta magnífica tecnología-