domingo, 17 de agosto de 2008

Catón: un defensor de Roma y su cultura

Estimados lectores:

Catón, quien vivió entre el 234 y el 149 a.C, fue un defensor de las costumbres y de la cultura romanas, y luchó vivamente contra la corrupción de su ciudad.

Pasó a la posteridad como el arquetipo del hombre conservador. En efecto, él empeñó su vida en la defensa de los valores y el estilo de vida romano, y especialmente en las virtudes de este pueblo singular que explican su dominio sobre el dilatado orbe mediterráneo.

Indro Montanelli lo describe en estos términos: “era un campesino plebeyo de los alrededores de Rieti, lleno de salud y de buen humor, que llegó a los 85 años...y murió después de haber conseguido todas las satisfacciones, incluida la de hacerse enemigos, cosa que le agradaba particularmente”.

Se debió a la casualidad que llegara a ser un relevante hombre político y acaso el personaje más interesante de aquel período. Vivía con estoica sencillez en una pequeña granja que cultivaba con sus propias manos, cuando, muy cerca, estableció su residencia un viejo senador jubilado, Valerio Flaco, que se retiró allí por el desagrado que le producía la corrupción de Roma. Patricio a la antigua, es decir, de aquellos que sentían horror por los refinamientos, en seguida simpatizó con aquel muchacho desdentado, de manos callosas, de pelo rojo, que leía a los clásicos, pero a escondidas porque se avergonzaba de ello como de un vicio poco menos que impúdico, con los cuales había aprendido a escribir y a hablar con un estilo seco y escueto. Se hicieron amigos, compartiendo costumbres e ideas. Y Valerio estimuló a Marco....a que se hiciera abogado. Era la profesión con la que se debutaba en la vida política. Y acaso el senador le lanzó precisamente con este objeto, con la esperanza de dejar un heredero en la polémica antimodernista, que la edad no le permitía sostener ya a él.

Una vida en la política

Luego de sus primeros y resonantes éxitos en la carrera forense, Catón inició su “cursus honorum”, una carrera política ininterrumpida. Fue elegido edil en el año 199 -contaba con 30 años de edad-, pretor en el 198 y en el año 195 a.d.C. fue designado cónsul. Luego fue tribuno en el año 191 y censor en 184 a.d.C. El severísimo ejercicio que hizo de esta última magistratura, le mereció el ser conocido per secula seculorum como Catón “el censor”.

En el año 187 a.d.C. Catón exigió que Escipión Emiliano y su hermano Lucio, rindiesen cuentas ante el Senado de las ingentes indemnizaciones de guerra pagadas por Antíoco, quien descendía de uno de los diádocos de Alejandro Magno.



Escipión, el Africano

El estupor que emabrgó a la élite romana fue inusitado. Catón había citado a Escipión Emiliano, llamado “el Africano”, por haber vencido a los cartagineses, mandado por Anibal en Zama.

El gesto de Catón se explica precisamente por el hecho de tratarse de un héroe nacional, perteneciente a uno de los linajes más preclaros de Roma y por añadidura, por encarnar en él, el nuevo patriciado culto, helenizante y de mentalidad innovadora. Ningún ciudadano, por encumbrado que fuese, quedaría en adelante eximido de cumplir puntualmente con sus obligaciones para con el senado, mientras Catón, valuarte de las “mores maiores” extendiera sobre los magistrados y los generales de la República su mirada implacable y siempre vigilante.

Este episodio, que estuvo signado por diversas peripecias, concluyó cuando el Africano se retiró a su villa de Liternum de por vida.

Defensor de Roma y su cultura


Tras una existencia agonal plenamente vivida, Catón se retiró a escribir sus obras en latín, con el propósito de neutralizar la tendencia de las clases altas de leer exclusivamente en lengua griega.

Nadie tuvo más vivo que él el pensamiento de la decadencia de Roma y nadie mejor que él diagnosticó su foco de infección: Grecia” -comenta Montanelli- .... “había comprendido que la cultura helénica era demasiado más alta y refinada que la romana para no corromperla”.

Catón escribe a su hijo: “si este pueblo consigue contaminarnos con su cultura, estamos perdidos”, refiriéndose a los griegos, y concluye : “te prohíbo que tengas trato con ellos”.

Sus obras: Los Orígenes, De agricultura y Carmen de moribus, exaltan el carácter del pueblo romano, que adquirió y revalidó sus títulos al Regnum Italicum merced a sus virtudes arquetípicas y a su profundo amor por la patria. Ninguna de sus conquistas se debe a la fortuna, al favor de los dioses, ni a la aparición de hombres providenciales - culto que era propio de los griegos y de los romanos helenizados-. Es por esa razón que su historia resalta las virtudes colectivas como la fe jurada -la fides- y suprime la mención de los nombres de los protagonistas; es una descripción de procesos más que de acciones individuales memorables.

Adornos femeninos

Tito Livio recepciona un discurso de Catón dirigido al senado, con la finalidad de convencerlos de no derogar la “Ley Oppia” , que prohibía a las mujeres el uso de joyas de oro, los vestidos suntuosos y otras “vanas superfluidades”. Esta ley había sido promulgada en los dramáticos momentos en que Anibal -el cartaginés- permanecía invicto en Italia y como una norma de suprema austeridad.

En ocasión de tratarse el pedido de las mujeres romanas de derogación de esta ley, dijo: “Si cada uno de nosotros, señores, hubiese mantenido la autoridad y los derechos del marido en el interior de la propia casa, no hubiéramos llegado a este punto. Ahora henos aquí: la prepotencia femenina, tras haber anulado nuestra libertad de acción en la familia, nos la está destruyendo también en el Foro. ...Vosotros conocéis a las mujeres: hacedlas vuestras iguales e inmediatamente os las encontrareis convertidas en dueñas. Al final veremos esto: los hombres de todo el Mundo, que en todo el Mundo gobiernan a las mujeres, serán gobernados por los únicos hombres que se dejan gobernar por sus mujeres: los romanos”.

En este caso su intervención no tuvo éxito y la ley fue derogada con el beneplácito de todas las mujeres romanas.

Pero Catón se apuntó significativos triunfos contra la infección griega, que se traducía en la sofisticación y refinamiento de la vida, y en la modificación del paradigma del comportamiento. En el año 173 a.d,.C, obtuvo la proscripción de Roma de los filósofos epicúreos y unos años más tarde, logró la expulsión del filósofo platónico Carneades, el aristotélico Critolao y Diógenes el estoico. Por un momento creyó que la marea griega había sido contenida, pero la cultura helénica había ya deslumbrado y arraigado entre las familias romanas de mayor tradición, linaje y posesión del poder.
Saludos a todos,
Patricio

2 comentarios:

Unknown dijo...

MUY INTERESANTE. ES LA PRIMERA VEZ QUE TENGO OPORTUNIDAD DE LEER ASPECTOS TAN PUNTUALES Y ENRIQUECEDORES SOBRE LA VIDA DE CATON.

landobachert dijo...

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